No estaban en el pensamiento de Dios en el principio de la creación, pero los cuatro leños los puso el enemigo en el mundo.
Empecé quemando broza para que prendieran a arder y empezaran a consumirse.
De los troncos, primero salió la humedad, que es el agua, el llanto de mi arrepentimiento, luego se pusieron negros y feos y se vieron cuales eran mis males.
El calor del fuego hizo ponerse rojo los maderos y el amor los fue consumiendo, haciendo ascua viva y me dieron calor y luz.
Siguió la llama azul y amarilla que forma el color verde de la esperanza, de que se consumirían hasta el final; todo quedó en cenizas y mi mal desapareció.
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